Hoy serán diez personas,
mañana otras tantas.
La otra pandemia,
la invisible.
La que duele por dentro,
silenciosos gritos ahogados
que se cubren con sonrisas de cara al público,
y no con mascarillas.
La que no contagia por contacto,
pero se agrava
sin él.
Respeto.
Empatía.
Y amor,
mucho amor.
Las únicas vacunas que pueden mitigar
la incidencia acumulada del
suicidio.